VUELO
Una noche soñé que volaba. Desde entonces, cada día, antes de dormir deseaba con todas mis fuerzas que mi mente se amueblase de tal forma que pudiera volver a tener una y otra vez el mismo sueño, pero todas las mañanas despertaba con la sensación de no haber despegado. Con el tiempo la sensación se convirtió en deseo, deseo de tener unas grandes alas para poder alzar el vuelo. Tan solo pensaba en oír al aire conversar con mi pelo, sentir el placer del miedo y el goce bailando a un mismo tiempo. Mis grandes ganas de volar eran del todo vanas y la obsesión era tal, que me impedía ver que ya volaba.
Una noche inconscientemente distinta ante mis ojos, como de costumbre leí sus palabras a la vez que él leía las mías. El aire no hablaba y mi pelo estaba quieto, sin embargo, esa noche sus palabras consiguieron hacerme ver lo que tanto había estado esperando, lo que durante tanto tiempo había deseado. Cada palabra como una caricia me hizo sentir. Sus alas eran amplias y suaves…muy suaves. Las mías no eran del todo diferentes. Silencio a silencio, palabra a palabra, el miedo y el goce aparecieron mientras el suelo, poco a poco, iba desapareciendo. Comprendí que sentir es el más fantástico vuelo.
Natalia Santacruz Congost
19 febrero 2012
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